miércoles, 19 de octubre de 2011


Recién recién se termina el huracán, todavía algo cansado, una sensación de tranquilidad, de desahogo y de haberlo disfrutado. No miro nada no toco nada y me siento solito y solo a encerrarme un ratito. Cierro los ojos y ella no me deja terminar de entrar: "¿te estás durmiendo?". Ya no estoy sentado solo. No. No me estoy durmiendo, quiero descansar del mundo un ratito, es sólo que... por ahí ahora no quiero tu amor, o quiero tu amor así, silencioso, pasivo, mirando, pero no, así no me mires. Intento volver a entrar, tomo aire y me hundo. Y de nuevo, su mano me devuelve al mundo que sigue ahí tal como lo dejé un segundo atrás. Quiere atención, no quiere aprovechar la soledad de estar conmigo, la miro (con algo de amor, no voy a mentir), me siento obligado a explicarle que de todas maneras me voy a hundir en mi un ratito, si insiste con dejarme ahí sólo va a lograr un mal momento. Me deja encerrarme un poco pero ya no es lo mismo. Y le abrí la puerta, y me avisó que ya podía volver a meterme en mi. Y me metí recordando cuando era yo el que tiraba para que no se hunda. No llegue asimilarlo demasiado, ya estaba muy adentro mio, y ahí quedó. El mundo afuera, adentro yo conmigo.