sábado, 26 de septiembre de 2009

Mira si sí y después no (Vol. I)

Uno se pasa mucho tiempo de su vida haciendo cosas que en apariencia cuando menos, no llevan a ningún lado. Un ejemplo de esa mala costumbre es el hecho de proyectar hacia futuro. Con respecto a cualquier cosa, el trabajo, la carrera universitaria, el mismo día a día, que comer, que hacer, a donde ir, en que gastar las horas de ocio. Futuro a corto, mediano y largo plazo. Todo el tiempo proyectamos, imaginamos, pensamos, fantaseamos, nos asustamos, con el qué será, de manera tal que agotamos el qué será, nos hartamos, y como no nos es suficiente inclusive nos metemos con el qué hubiese sido. Nos atormentamos, un poco más, un poco menos, pero siempre esta ese pensar pasajero del qué hubiese sido si… Por suerte, yendo de aquí para allá en la vida, uno va comprobando que la mayor parte de las cosas que nos pasan (en sentido amplio), nos pasan sin siquiera habérsenos cruzado por la mente que eso pudiese pasar. Eso alivia bastante, uno se siente menos preso de cualquier tipo de destino, disfruta y se agranda en el azar, pasa por adentro con la misma sensación de estar corriendo en un túnel totalmente oscuro y desconocido, pero como un chico, corriendo no del miedo, sino de sentir la adrenalina donde no pensamos encontrarla. Tal vez por eso la buscamos tanto, y de la manera que la buscamos, mal, como a propósito, cosa de que cuando llegue nos sorprenda. Pero es más entretenido no saberlo.

Capaz sigo en otro momento. Si da. Si no no.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

(sin título)


Camina como todos los días, delante del burro de carga llevándolo de las riendas. Aunque el cielo y el llano son de una inmensidad maravillosa no levanta la vista ni por un segundo. Cuenta piedras, piensa en vaya uno a saber que cosa, silva una canción infantil del siglo pasado, se seca el sudor de la frente, camina, piensa, camina, piensa, se detiene, mira al burro (que también se detuvo), el burro lo mira y ambos prosiguen. Los años le pesan y la rutina lo aplasta, se recuerda, se encoje de hombros y sigue. No sabe porqué, tampoco se le ocurrió jamás preguntarse por qué, su andar es simple y no tiene más misterio que lo que se ve. Su vida también es simple y no tiene más misterio de lo que se ve. Ni la señora en casa con dulce de leche, ni mucho menos hijo alguno que lo espere. Apenas un par de perros llenos de abrojos que caminan a su par, delante del burro, mirando, como él, siempre al suelo. Son seres que están de paso, cargando algo que nadie sabe qué es, ni para qué. A veces lo único que motiva es que el tiempo pase de alguna manera u otra. Sigue caminando mientras piensa que las cosan por algo cuando alguien le da importancia, de otra manera las cosas en realidad no suceden, mueren ignoradas en su intrascendencia. Con las personas pasa lo mismo.