miércoles, 2 de septiembre de 2009

(sin título)


Camina como todos los días, delante del burro de carga llevándolo de las riendas. Aunque el cielo y el llano son de una inmensidad maravillosa no levanta la vista ni por un segundo. Cuenta piedras, piensa en vaya uno a saber que cosa, silva una canción infantil del siglo pasado, se seca el sudor de la frente, camina, piensa, camina, piensa, se detiene, mira al burro (que también se detuvo), el burro lo mira y ambos prosiguen. Los años le pesan y la rutina lo aplasta, se recuerda, se encoje de hombros y sigue. No sabe porqué, tampoco se le ocurrió jamás preguntarse por qué, su andar es simple y no tiene más misterio que lo que se ve. Su vida también es simple y no tiene más misterio de lo que se ve. Ni la señora en casa con dulce de leche, ni mucho menos hijo alguno que lo espere. Apenas un par de perros llenos de abrojos que caminan a su par, delante del burro, mirando, como él, siempre al suelo. Son seres que están de paso, cargando algo que nadie sabe qué es, ni para qué. A veces lo único que motiva es que el tiempo pase de alguna manera u otra. Sigue caminando mientras piensa que las cosan por algo cuando alguien le da importancia, de otra manera las cosas en realidad no suceden, mueren ignoradas en su intrascendencia. Con las personas pasa lo mismo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno san!! solo que no creo que las personas sean intrascendentes por poca importancia que le den..
besos

Anónimo dijo...

ah soy un fiel lector
papono

Rodik dijo...

plac, plac, plac