miércoles, 11 de julio de 2012

Atemporales




Y toda esa gente que se quedó a destiempo. Se zarpó de verano, lo estiró a más no poder y ahora, ¿y ahora? Se vino el frío papi. El individuo sigue haciendo malabares de jueves a sábado para encontrar una linda señorita que quiera compartir cama, el frío se complica sino. Pero no es una cuestión masculina exclusivamente, ella da un poco de lástima también, cagandose de frío, enseñando sus piernas (que nada mal están) a quien le muestre un poco de cariño educado, tampoco es cosa de irse con el primer albañil que le grite desde la obra de al lado. No sólo está hermosa en el bar, se pone linda para ir a la facultad (la uba es grande, nunca sabes cuando te pueden sorprender), está conectada 25 horas por día, expectante y con su sonrisa preparada ante cualquier mirada en el trabajo (el motoquero ya no se ve tan mal).
Para ambos ya no se ven tan pesadas esas personas que se pusieron pesadas en enero, para ninguno estaría mal resignar un poco de su preciado espacio. A fin de cuentas ese espacio siempre fue una gran gilada que no creían, pero que respetaban para que el otro no les rompa tanto las pelotas.
Mientras ella se acuesta, tapada hasta la nariz, temprano y con su uniforme de chica no sexy, se alegra un poco de no tener que depilarse y enciende la tele lista para disfrutar del prime time.
En su casa, él, sigue con la ropa del trabajo, piensa en que no se le pasen los fideos mientras busca alguna peli interesante en cuevana, le encanta que nadie le reproche su olor a pata.
Se sienten bien, pero una cuchara no vendría nada mal.
Ella termina la novela, se prende un porro y se queda releyendo su libro favorito de Camus.
El se prepara un fernet y se dispone a disfrutar 90 minutos de autos, explosiones, minitas, tiros, y esas cosas.
Antes de dormirse, cualquier persona en esta situación añora. Primero añora a su ex, hasta que se da cuenta que añora casi a la totalidad de personas con las que tuvo sexo alguna vez, luego pasa a añorar directamente el sexo, luego el viaje que hizo hace unos meses, para terminar añorando simplemente un cigarrillo olvidado en el living.
Y así siguen los atemporales, tan cancheros ellos.  Extrañando lo que todavía no tienen. 

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