Y toda esa gente que se quedó a destiempo. Se zarpó de
verano, lo estiró a más no poder y ahora, ¿y ahora? Se vino el frío papi. El
individuo sigue haciendo malabares de jueves a sábado para encontrar una linda señorita
que quiera compartir cama, el frío se complica sino. Pero no es una cuestión
masculina exclusivamente, ella da un poco de lástima también, cagandose de
frío, enseñando sus piernas (que nada mal están) a quien le muestre un poco de
cariño educado, tampoco es cosa de irse con el primer albañil que le grite
desde la obra de al lado. No sólo está hermosa en el bar, se pone linda para ir
a la facultad (la uba es grande, nunca sabes cuando te pueden sorprender), está
conectada 25 horas por día, expectante y con su sonrisa preparada ante
cualquier mirada en el trabajo (el motoquero ya no se ve tan mal).
Para ambos ya no se ven tan pesadas esas personas que se
pusieron pesadas en enero, para ninguno estaría mal resignar un poco de su
preciado espacio. A fin de cuentas ese espacio siempre fue una gran gilada que
no creían, pero que respetaban para que el otro no les rompa tanto las pelotas.
Mientras ella se acuesta, tapada hasta la nariz, temprano y
con su uniforme de chica no sexy, se alegra un poco de no tener que depilarse y
enciende la tele lista para disfrutar del prime time.
En su casa, él, sigue con la ropa del trabajo, piensa en que
no se le pasen los fideos mientras busca alguna peli interesante en cuevana, le
encanta que nadie le reproche su olor a pata.
Se sienten bien, pero una cuchara no vendría nada mal.
Ella termina la novela, se prende un porro y se queda
releyendo su libro favorito de Camus.
El se prepara un fernet y se dispone a disfrutar 90 minutos
de autos, explosiones, minitas, tiros, y esas cosas.
Antes de dormirse, cualquier persona en esta situación añora.
Primero añora a su ex, hasta que se da cuenta que añora casi a la totalidad de
personas con las que tuvo sexo alguna vez, luego pasa a añorar directamente el
sexo, luego el viaje que hizo hace unos meses, para terminar añorando
simplemente un cigarrillo olvidado en el living.
Y así siguen los atemporales, tan cancheros ellos. Extrañando lo que todavía no tienen.
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