No encuentro excusas, no puedo echarte la culpa de este insomnio. Hace más de dos horas que no me puedo soltar de vos y de tu sonrisa sin culpa, dos horas de ésta cama horno, enredado en tu pelo y nada parace ser más hermoso que este sofocamiento. Doy vueltas, pregunto y repregunto por la hora. Me canso de sentir el peso de las sábanas y el peso de tu boca queda justo, todo es demasiado. Voy corriendo de a poco la indiferencia, te miro y parece ideal en mi cabeza por un segundo y tu cuello se acerca, por dos segundos y el labio en la oreja,por cinco segundos y la sonrisa y el juego de manos, por quince segundos y el ruido que viene de afuera te desaparece en un gato tal vez, un ruido de chapas y ahora la heladera que aprovecha para pedir el cambio. Me cuesta saber en que momento el aire se puso tan espeso y tu sombra tan confiansuda. Así, insta alada sin perfume que guardar ni permiso para pasar.
viernes, 21 de junio de 2013
martes, 9 de abril de 2013
Encanto
“¿De verdad? Me encantaba esa chica para vos” y lo miraba con ojos que saben reconocer a quienes perdieron el tren en más de una oportunidad. No podía decir que la vida le escupía la cara, pero no le sonreía precisamente, tendría que pedir tres Gin-Tonic más para vaciarse de metáforas. No entendió cuando estaba cayendo, se vació dos discos de Eruca Sativa en botella y media, y aún le costaba ver quién le habla, quien era esa chica, quien era esa otra chica, quien le encantaba, quien bailaba, con quien despertaba. Sentía la paciente desaparición de sus pies, volvió a caer en su intento mil de convencerse a sí mismo que no se estaba auto boicoteando (¿Cómo no desconfiar?). Terminó pintando sierras, apagando ciudades y escondiendo un celular. “Sí, a mi también me encantaba”.
martes, 12 de febrero de 2013
Epílogo
Se le enreda el estómago, el cuello se le achica y le aprieta la garganta. Mira una vez más sus manos temblorosas, transpiradas, aguanta la respiración y cierra los ojos. No pasa nada, no cambia nada. La mesa con los platos de ayer siguen ahí, la luz sigue siendo la del pasillo. Una cucaracha cruza a toda velocidad y se esconde debajo del sillón. No intenta nada. Piensa que piensa, y no piensa. Espera. Espera y murmura, le gustaría llorar, le gustaría gritar, actuar, saber, volver a llorar, pero nada de eso le va a servir. A la cucaracha no le importa, a ella no le importa, todo es nada si nadie lo siente.
jueves, 10 de enero de 2013
Biografía III: La novia de Guille
No me animo a escribir. Pensó un montón de cosas. Le salió
eso, liso y llano: No me animo a escribir. La frente sudaba frío y ella todavía
no se terminaba de explicar lo que le estaba pasando. La calle, Claudio, la
lluvia, colegiales, Iruya, Guille (siempre Guille), el Patio Olmos, ese
hospital con gatos y todo, se le vinieron encima y no pararon de estrangularla
por toda la noche. La pieza es sólo ventilador y respiraciones, a veces
cortadas por algún suspiro. La propia y la de su compañero. Abre los ojos sólo para salir un poco de su
cabeza, pestañea por primera vez al reconocer esos globitos casi invisibles, que
no veía desde que iba a prescolar, siempre de la mano de su hermano mayor, una
cruza extraña entre Jimbo y Landricina que la cuidaba como nadie. Cuando
comienza a acostumbrarse a la (falta de) luz, se escabulle del brazo su novio y
revisa el celular. Siempre con la misma (falta de) esperanza, “que sea sea un
mensaje de él”, murmurba mientras giraba la cabeza por última vez
(desorientando la noche con una gracia casi mágica, casi hipnótica) para
comprobar si dormía antes de tomar con cuidado el teléfono. Sí, duerme, tengo tanta
(falta de) ganas que sea, pero no, pero sí, es, y él duerme, ¿y era necesario
que sea tan bueno? Me comes la cabeza, me desorientas, no te conozco, el futuro
sin presente, la popularidad, ¿Había necesidad de ser así? El agua, el aceite,
el malo conocido, Estela y la reputísima madre que los parió a todos. Después
de reflexionar todo eso, borró el mensaje, lo mejor es no responder, y salió en
busca de un cigarrillo. Sentada sola, respira profundo, y en un anotador
escribe la nota de suicidio de su relación, para luego dejarla a la vista con la
(falta de) seguridad de que la otra parte la encontrará y firmará, dando su consentimiento
a una muerte obvia. El calor y la culpa le pesan en la cara, vuelve despacio a
la cama, le besa la frente y acaricia la espalda, lo abraza con la necesidad de
su olor. Te amo. Se siente segura por primera vez en meses. Lo dice de verdad. El
duerme.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)