Uno se pasa mucho tiempo de su vida haciendo cosas que en apariencia cuando menos, no llevan a ningún lado. Un ejemplo de esa mala costumbre es el hecho de proyectar hacia futuro. Con respecto a cualquier cosa, el trabajo, la carrera universitaria, el mismo día a día, que comer, que hacer, a donde ir, en que gastar las horas de ocio. Futuro a corto, mediano y largo plazo. Todo el tiempo proyectamos, imaginamos, pensamos, fantaseamos, nos asustamos, con el qué será, de manera tal que agotamos el qué será, nos hartamos, y como no nos es suficiente inclusive nos metemos con el qué hubiese sido. Nos atormentamos, un poco más, un poco menos, pero siempre esta ese pensar pasajero del qué hubiese sido si… Por suerte, yendo de aquí para allá en la vida, uno va comprobando que la mayor parte de las cosas que nos pasan (en sentido amplio), nos pasan sin siquiera habérsenos cruzado por la mente que eso pudiese pasar. Eso alivia bastante, uno se siente menos preso de cualquier tipo de destino, disfruta y se agranda en el azar, pasa por adentro con la misma sensación de estar corriendo en un túnel totalmente oscuro y desconocido, pero como un chico, corriendo no del miedo, sino de sentir la adrenalina donde no pensamos encontrarla. Tal vez por eso la buscamos tanto, y de la manera que la buscamos, mal, como a propósito, cosa de que cuando llegue nos sorprenda. Pero es más entretenido no saberlo.
Capaz sigo en otro momento. Si da. Si no no.